No
se tarda mucho en llegar desde el teatro al Levi y siempre que vas te
encuentras con algún compañero. El viernes, a la salida del trabajo, me dirigí
allí, a tomar una copa. Hice corrillo con unos cuantos técnicos, pero la verdad
es que estaba esperando a “mi” técnico. Cuando llegó, se sentó a mi lado. Me
miró a los ojos y me saludó. Me sorprendió que fuera tan directo porque,
normalmente, no tiene mucho interés en cruzar la mirada conmigo.
Me
quedé sonriéndole, embobada y en silencio. Después del primer contacto, él tampoco
supo qué decir. Aproveché para echarle un vistazo antes de que levantara la
mirada. Javier tiene el pelo castaño, con algunas canas, unos ojos bonitos,
cejas definidas y, sobre todo, un buen cuerpo. En secreto, suspiro por sus labios.
El día que me bese, estrechándome entre sus fuertes brazos, me quedaré
paralizada.
Todos
sabíamos que había discutido con Susana – y él sabía que lo sabíamos - y como
no decía nada, le pregunté qué le pasaba y le dije que estaba muy pálido, que
si le había entrado un virus o algo parecido y que como siguiera así no iba a
durar mucho. Las palabras que salieron de mi boca, fueron las ideales para
ahuyentarle.
Él
se levantó, mirándome de soslayo, como
estuviera loca, y se acercó a la barra para pedir una cerveza. La camarera le
atendió de forma muy servil, no sin antes sacudirse la melena y enderezarse bien
las tetas. Entonces, él la sonrió – le gustan las mujeres atrevidas- y se
quedó a su lado. Él sabe que a las
mujeres nos gustan los hombres cariñosos -y amables con las discapacitadas - y,
de esta manera, obtuvo doble beneficio: empezó
a engatusarla y, de paso, me
devolvió mi torpeza siendo desagradable conmigo.
Jesús
–-uno de los hombres más buenos que he conocido y que está felizmente casado desde hace un
montón de años - me cogió de la cintura y me dijo:
-No es muy listo. Si no, no haría esto.
- Hay que ver - le respondi - que no hay manera. Anda, pídeme otra.
-No es muy listo. Si no, no haría esto.
- Hay que ver - le respondi - que no hay manera. Anda, pídeme otra.
Aunque
estaba pasando un buen rato con los demás, no pude evitar buscarlos con la
mirada. Ella estaba acariciándole la
carita, consolándole por su reciente pérdida.
Ya
está –pensé – le gusta y se lo está diciendo así, con los cinco dedos de la
mano. Y él, se deja. Le va a echar algo en la bebida que aumente la potencia
sexual y se van a liar esta noche.
Entonces,
sentí ganas de pegarle una patada en los cojones. Probablemente, si lo hacía,
la zorra de la camarera sacaría una navaja del bolsillo y, una vez que él
estuviese en el suelo retorciéndose de dolor – porque era lo que se merecía –
ella vendría hacia mí, con el firme propósito de hacerme tanto daño como
pudiera. Intentaría clavarme la navaja en el costado pero, yo me zafaría y la lanzaría algo al cuello, como por
ejemplo, la cadena con la que se amarran
los barriles de cerveza, ella soltaría el cuchillo, intentaría desasirse de mi
fuerza agarrando los eslabones con las dos manos y…
Cuando estaba a punto de ahogarla, la voz de Jesús me devolvió a la realidad.
- Isa, Isa... ¿Te llevo a casa, que voy de camino?.
Mi mente se detuvo en seco. En la historia paralela que me había creado, parecía una verdadera luchadora, pero en realidad sólo era una criatura indefensa, que estaba confusa y molesta. Al día siguiente, había que volver al trabajo. Una fría corriente de aire fue suficiente para saber que, por esa noche, todo había terminado, al menos, para mi. Me alejé cambiando la letra de una canción... adiós mi bomboncito, adiós mi corazón...
Cuando estaba a punto de ahogarla, la voz de Jesús me devolvió a la realidad.
- Isa, Isa... ¿Te llevo a casa, que voy de camino?.
Mi mente se detuvo en seco. En la historia paralela que me había creado, parecía una verdadera luchadora, pero en realidad sólo era una criatura indefensa, que estaba confusa y molesta. Al día siguiente, había que volver al trabajo. Una fría corriente de aire fue suficiente para saber que, por esa noche, todo había terminado, al menos, para mi. Me alejé cambiando la letra de una canción... adiós mi bomboncito, adiós mi corazón...
6 comentarios:
Desde luego el bar de mi tocayo no te dió mucha suerte, pero es que a veces entras directamente con el estoque y se acaba "la corrida" jejeje.
Jejej, muy agudo, Adolfo... Besos!
Disfrutar de un sueño en plena actividad lúdica es una buena escapada sin ácidos ni otros narcóticos. Sano, sanote.
Y muy bien narrada, muy ameno.
Besos, Isabel.
Gracias, Pablo. Me quieres demasiado, me encontré un poquito atrancada a la hora de continuar escribiendo. A ver si empiezan a salir cosas mejores.
Besos!!!
Me has hecho sonreír, Isabel. Te he visto como esa mujer guerrera, cadena en mano y con la rodilla dispuesta a atacar.
Bien!!!! Un beso.
Gloria
Jejej, gracias Gloria... Bssss...
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