domingo, 5 de julio de 2015

10 - Loftur, el brujo

Ayer, eran más de las diez de la noche cuando terminamos de trabajar. Se había levantado frío. Jesús se estremeció.
-         Bueno, me voy para casa.
-         ¿No te tomas una cerveza?
-         ¡ Ay no, me parece que no!
Apenas conseguí ocultar mi decepción. Quería tomar una cerveza y Jesús siempre es una buena compañía.
-         No llevo abrigo y tengo frío – me dijo –
-         ¿Qué un tío como tú tiene frío? ¿Es que piensas dejarme sola? –le dije -
-         Anda, que exagerada eres. Ni que fuera la primera vez que vas al Levi sin mi. Nos vemos mañana – me dijo – Te quiero.
-         Gracias – contesté tirandole un beso al aire. Hasta mañana!
Me dirigí hacia el bar. Normalmente, allí no hace falta ir acompañada, siempre hay alguien con quien hablar y es uno de esos lugares en los que nunca te sientes sola. Era cierto que hacía un poco de frío, pero la noche estaba calmada. Aún era temprano y no habían comenzado a salir quienes van de fiesta, aunque, en la calle se notaba que el tráfico de vehículos había comenzado a aumentar.
Había poca gente cuando entré.  Me instalé yo sola, al final de la barra y le pedí a Miguel una cerveza. No había nadie conocido. Había algunos grupitos desperdigados por el bar. Dos chicas se agitaban hablando sobre su futuro sentimental y un par de parejas de mediana edad se unieron a la soledad de esa noche.
Una de las parejas, él obeso y con un abrigo negro demasiado estrecho y ella con pieles y encaramada en unos grandes tacones, se pusieron a discutir.
-         Y tú, Luis… ¡Que no eres nadie, pero nadie! ¡Un simple electricista!
Luis cerró los oídos, seguramente por décima vez y aferro sus manos a la copa, que era lo que importaba. La mujer se volvió hacia mí.
-¿Sabes cómo odio a ese hombre? – Preguntó, mirándome sin verme…
. Ni idea – le respondí – pero no me importa.  
Sin decir nada más, se fue con un jarra de cerveza en la mano hacia la otra pareja y se sentó con ellos.
Luis, el que no era nadie, pegó un sorbo a la bebida y entabló conversación con Miguel.
- ¿Sabes cual es la última frase para ligar? Pues le dices a la mujer… ¿Fumas después de…? Y si ella te responde que sí, entonces le dices… espera que voy a por un paquete de cigarrillos….
Miguel se rió, casi por obligación.  
Desde donde estaba sentada, podía observar casi todo lo que estaba ocurriendo.  ¿Tendría hijos esa gente? ¿cómo les iría? ¿cómo serían en sus casas? – me preguntaba - Y pensé que no me importaría volver a ver Chinatown, porque me gusta la escena en que Polanski, un delincuente de poca envergadura, apuñala a Nicholson. Luego, se me vino a la cabeza la conversación  de Loftur, el brujo con el ciego en el primer acto. El ciego le dijo a Loftur que su mayor deseo era ver y que se lo pidió a Dios tan fervorosamente que eso llegó a convertirse en pecado. Sólo cuando dejó de desearlo, consiguió la paz de espíritu. Pero, Loftur hizo un pacto con el diablo sólo para conseguir satisfacer sus deseos. Después, quiso romper el acuerdo. Pero no pudo romperlo porque nunca supo si fue un pacto, con el diablo, consigo mismo  o con las distintas fracciones de sí mismo. Sigurjónsson le hacía decir a Loftur “Quien nunca comete un pecado no es una persona. Existe una misteriosa alegría en el pecado. En el pecado, el hombre se convierte en sí mismo”.
En medio de estos pensamientos, entró el Bomboncito, acompañado de Ana Sánchez. Ella me saludó, con una sonrisa amplia y los ojos un poquitín brillantes. A él, le noté un poco incómodo. 
- Vaya, vaya, así que, la chiquitina ha pillado – pensé – mientras recogía mis cosas y pedía la cuenta.



Isabel Guillén.


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