jueves, 4 de junio de 2015

1 - No hay retorno

Nombre: Isabel Guillén. 
Edad: 45 años. 
Estado civil: Soltera.

A partir de cierto punto no hay retorno, como dijo Kafka. Cumplo años, bastantes, sin haber conseguido lo que se supone que tenía que conseguir: pareja, hijos, una buena casa, un coche... Tengo la casa - aún no es mía - y el coche - más viejo de lo que pensáis - pero no tengo al hombre ni a los niños jugando a mi alrededor. El hombre es fácil de conseguir, pero, a estas alturas de mi vida, no quiero a uno sólo para aguantarlo. Y respecto a los niños, siempre puedo jugar con los de mis amigos. 

Soy hermosa. Realmente, me miran mucho. Dicen por ahí que parezco más joven de lo que soy. Lo cierto es que cuando me arreglo, me veo bien. Algún día me miro al espejo y digo en voz alta que quiero veinte años menos, no ya por la belleza sino porque el cuerpo cuando es joven te acompaña mejor en todos los aspectos. Creo que soy encantadora y, al creerlo, se convierte en una realidad. Así que, hay mucha gente que me considera estupenda. Claro, que también tengo mis ramalazos de mala hostia pero son escasos, casi siempre estoy sonriendo.

Trabajo en un teatro y no, no soy actriz, que es lo primero que el interlocutor te suelta cuando nombras el lugar donde trabajas, como si no hubiera más oficios anexos a este mundo laboral. Desde mi puesto, puedo observar a la gente, hacer amigos, relacionarme con gente de bien - o de mal vivir, según como se mire - y tener la cultura en la palma de mi mano o enfrente de mis ojos, cada vez que abro la puerta del patio de butacas. Disfrutar del arte y del buen hacer de los artistas que me rodean - y que en algunas ocasiones se mezclan conmigo - se ha convertido en un requisito imprescindible para mi vida. Tanto es así, que no cambiaría el trabajar los fines de semana y fiestas de guardar, en horarios poco comunes, por trabajar en un banco o en una oficina de lunes a viernes, de ocho a tres de la mañana. Y eso, que creo que allí me pagarían mejor.

El otro día habría escuchado al Bomboncito - un compañero de 38 años - hasta el final de la noche. Pero, me salió con que había quedado con no sé quien y que tenían que preparar el ensayo del día siguiente. Asentí cuando me lo dijo, aunque en realidad yo sabía bien dónde iba. Susana le tiene loco. Me quedé en la barra del bar, hablando con Miguel, mi camarero de confianza y uno de los muchos actores que han renunciado a su sueño por eso de no encontrar trabajo y me invitó a la última.

Lo malo - o lo bueno - de todo esto, es que una aprende a no ser princesa. Llega un momento en que te da igual encaminar sola para tu casa a las dos de la mañana. Con los años, el amor ya no importa tanto. Es cierto que me hubiera gustado que el Bomboncito me besara y que nos hubiéramos quedado clavados los dos, gimiendo, al menos durante un rato. Cuando mi pensamiento se va por esos lugares, estiro la pulsera que llevo en la muñeca y el golpe del elástico en la carne me devuelve a la realidad. Así que, el jueves me golpeé, fuerte. El último búho estaba a punto de salir. Pagué  la cuenta y cogí mis cosas. Desaparecí en la noche, con el firme propósito de entender las relaciones humanas y al llegar a casa, abrí una enciclopedia de ciencias naturales y, también, la Biblia.


Isabel Guillén. 
















3 comentarios:

Iconoclasta dijo...

Encantadora reflexión con ese toque de acidez que tiene la gente que conoce la vida y lo que le rodea.
Como que uno lo lee de un tirón con un café y un cigarrillo.
Besos, Isabel.

Anónimo dijo...

Una presentación muy natural, Isabel. Así es como te imagino. Una mujer joven y hermosa, de nuestro tiempo, que sabe lo quiere y cuenta con lo que tiene para lograr sus sueños.
Besos, encanto y adelante!

Gloria

Unknown dijo...

Gracias a los dos. Vamos a ver que sale de todo esto. Me estoy agobiando con el tema de la configuración, me falta mucho por hacer y, como no controlo demasiado, algunas cosas de las que quiero hacer no me salen. Pablo, me da a mi que te voy a dar mucho trabajo.
Gloria, te mando un besillo.