domingo, 28 de junio de 2015

8 - Amelia

- ¡Despierta! ¡Despierta! – me decía alguien mientras me pellizcaba el dedo gordo del pie.
Abrí los ojos en un dormitorio que me era ajeno y había una mujer al lado de la cama.
- ¿Quién demonios eres? – dije, bastante asustada.
Soy Amelia, la dueña del piso. Imagino que Mariano te trajo para pasar la noche. Yo quería hablar contigo.
- ¿Y no podías esperar a que me despertara? ¿Has usado una llave para entrar, en vez de llamar? ¿Pero a ti que te pasa? – dije mientras buscaba mi ropa por la habitación.
Cruzamos las miradas y me di cuenta de que, ambas, estábamos desconcertadas.
- Si te sirve de algo, vivo aquí –dijo ella.
La miré con un gran gesto de incredulidad.
- Por favor, deja que me vista y espérame fuera. ¿Podrás hacerlo?
- Claro – asintió.
Cuando salió de la habitación, esperé a que el ritmo cardiaco me volviera  a la normalidad. Me metí en el cuarto de baño y me di una ducha, que duró un minuto, sólo porque necesitaba sentir el agua fría sobre mi cabeza. Me puse la ropa que llevaba la noche anterior – evidentemente, no tenía otra - y al salir del baño, no divisé ningún resto de Mariano. Cogí mi bolso para irme. Me sentía muy humillada. Al pasar por la cocina,  Amelia tenía preparadas dos tazas de café. Ella estaba sentada en una de las sillas, esperándome. Realmente, la cocina era bonita, en color amarillo claro y los muebles estampados. Olía  a limpio.
- Pero… ¿y tu quién eres? – volví a repetir - ¿Dónde está Mariano?
Soy la dueña del piso – me dijo – y la ex de Mariano. No es frecuente que lo haga,  pero alguna vez, me encuentro a alguien como tú, durmiendo en la habitación de invitados. Aprovecha las noches que me toca trabajar. Mariano se ha ido, nunca se queda después de tener sexo con alguien y no creo que vuelvas a tener noticias de él, cuando yo le vea ya le diré lo que le tengo que decir.
No pude contener un gesto de recelo ¿Qué hacía esa mujer ofreciéndome un café y hablando conmigo en la cocina de su casa? ¿Por qué no me había echado ya con cajas destempladas?
-Yo no  tengo nada con Mariano, simplemente nos calentamos. Bebimos demasiado. No sabía nada de esto.
- Tanto mejor – dijo – Le conozco más de lo que gustaría. Es un hijo de puta.
Me dio un poco de escalofrío estar allí, con aquella desconocida mirándome a los ojos. Pensé en uno de esos casos en que la loca de turno mata a alguien y luego aparece en los titulares del periódico.
- Eres bonita – dijo apartándome el pelo de la cara –
Me quedé sin aliento. Las manos comenzaron a temblarme. Ella las cogió y las acarició, tranquilizándome.  
 - No tengas miedo – me dijo – y me besó.
Después de la reticencia inicial, comencé  a entrar en el juego. Ella era dulce como la miel. Mis labios comenzaron a abrirse y  recibieron a los suyos. Fue un beso largo y profundo, pero no pasamos de ahí. Me fui enseguida. Ya había tenido una noche lo suficiente loca como para continuar con el despropósito por la mañana. Amelia lo entendió perfectamente. Ambas sabíamos que nunca más volveríamos a vernos. Nunca han vuelto a besarme de aquella manera.














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